Errabundo y solitario, paupérrimo, un poco encorvado y hediondo a vino barato.
Sudor salado y pegajoso que le resbala por la espalda, mojando su camisa.
Zapatos gastados, pasados de moda y sin cordones.
Mil pesos en monedas de a cien y sin billetera.
Un colchón gastado y unas sábanas sucias.
Nada que perder, nada que ganar.
Flaco, muy flaco.
Vivo, aún.
S.C.B.
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“...Si un día los hombres no quieren navegar más,
Ellas se irán solas por los mares,
Y los marineros desde las playas,
Gritarán de asombro al saber que nunca fueron pilotos.
Que, como las sirenas,
Ellas son hijas de la voluntad del mar...”
G. Mistral
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